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viernes, 19 de noviembre de 2010

CAPÍTULO 3: Joe Smooth

Después de la insípida comida que le dieron en el calabozo (según Luisa, peor que la de los hospitales), los guardias le comunicaron a Luisa que tenía otra visita. Era un hombre similar al de su sueño. Era un hombre alto, de “complexión ancha”, pelo engominado, echado hacia atrás, que le daba un cierto aspecto de mafioso, aunque en general daba una impresión más de pijo que de cualquier otra cosa, lo cual no daba a Luisa mucha confianza. Según ella, todos los pijos eran solamente fachada, y hacían todo lo que podían por mantenerla, daba igual lo que fuese, y eso no podía ser.
Entró el hombre con paso firme y decidido, sin ningún tipo de miramiento por estar en un sitio tan disonante con su traje de marca y su corbata de los domingos, como pensó Luisa. Nada más entrar, estrechó la mano a Luisa con firmeza, y con un acento sorprendentemente normal, dijo a Luisa:
-Soy Joe Smooth, el abogado. Supongo que habrá oído hablar de mí.
-Sí, bueno, no mucho. Sólo he oído hablar de usted porque me han dicho que venía.
-¿Sabe cuál es la situación de su caso?
-Sí. El Ayuntamiento va a hacer un juicio retransmitido con el peor juez posible.
-Y no sólo eso. Está llamando para declarar a todas las personas que vivían por la zona en la que usted ejecutó su…llamémosle… su “carrera”- en el momento en el que Joe pronunció estas palabras, de esta forma tan serena, Luisa comprendió que tenía más de mafioso que de pijo-. Deberemos hacer un gran trabajo para demostrar que usted no hizo aquello.
-Bueno, eso si le elijo a usted como abogado-dijo Luisa con cierto retintín.
-¿A quién iba a elegir si no? ¿A ese abogaducho de tres al cuarto que le han asignado de oficio? Permítame que me ría.
-Pero parece muy bien preparado.
-Puede estar todo lo bien preparado que quiera, señora, pero nunca alcanzará mi nivel. YO (y es un yo con mayúsculas, pues la forma de Joe de pronunciarlo era muy exagerada) soy el mejor abogado de España y mi gabinete es el más prestigioso de toda Europa. En todos los casos que hemos participado hemos conseguido que nuestro defendido saliera impune o con una condena. ¿Le parece poco?
-No, no, está muy bien y…
-Y nuestro gabinete de abogados ha decidido ofrecerle sus servicios de forma gratuita.
-¿Por qué?
-¿Qué por qué? ¿Acaso no se ha dado cuenta? Por publicidad. Su caso se está haciendo famoso a una velocidad pasmosa. El mundo entero va a estar pendiente de Zaragoza durante su juicio. Y a mí y mis socios no nos gustaría desaprovechar una oportunidad de hacer publicidad como esta.
-¿Conque sólo soy un objeto para que ustedes consigan la fama?
-No, señora, está usted muy equivocada. Usted es una cliente que no nos va a pagar con dinero sino con publicidad.
-¡Es lo mismo, pero dicho de otra forma!
-No, señora, no. Es muy diferente. De todas formas, puede pensar lo que quiera, pero usted sabe que sólo nosotros somos los mejores de Europa, así que usted decide. Un mediocre abogado novato o los veinte abogados experimentados de mi bufete. ¡Adiós! Aquí le dejo mi teléfono. Llámeme esta tarde sobre las cinco y media y hablamos sobre el juicio.
-Hasta otro día.
-Hasta esta tarde, no lo olvide.
-No lo olvidaré, no se preocupe.
Todavía eran las tres de la tarde cuando este personaje tan peculiar se fue de la comisaría, por lo que a Luisa aún le quedaban dos horas y media para reflexionar sobre el abogado que debería escoger. ¿Escogería a Joe Smooth, que era el mejor, pero era muy engreído o a ese abogado de oficio que tanto sabía sobre el juez, aunque fuera novato? Lo bueno de Joe era que tenía un gran equipo trabajando tras de él, pero cómo acabara Luisa le importaba un comino con tal de obtener su preciada fama.
Por otra parte, Luisa estaba segura de que Enrique iba a hacer todo lo posible por salvarla, ya que era su primer juicio, pero eso también demostraba su inexperiencia y su posible incompetencia a la hora de hacer un juicio. Pero conocía perfectamente la figura de el Castigador, el juez que iba a decidir su condena, cosa que les podía dar cierta ventaja, aunque no mucha. Aparte, ese chico le inspiraba confianza, no como el mafioso inglés ese.
Aun así, aún quedaban dos horas para decidir el abogado que la iba a representar en el juicio, así que Luisa decidió echarse una siestecita. Durante su corto sueño se le aparecieron las caras de su hijo, de su marido y después la de los dos candidatos para ser su abogado. Luego vio en su sueño al del sueño anterior, pero poco a poco se fue transformando hasta convertirse en el Enrique que ella conocía y distinguió claramente en sus labios que le decía: “Defiende que estás loca. Es lo único que puedes hacer.”
Luisa se despertó sobresaltada con esta imagen en la cabeza a las cinco de la tarde. Entonces ya tenía claro qué hacer, pero no sabía cómo hacerlo para no sentirse tonta por desperdiciar la oportunidad de que le defendiera “el mejor bufete de abogados de toda Europa”, según Joe Smooth.
Entonces pidió a los guardias de la celda que llamaran a Enrique, el abogado de oficio, así podría explicarle su decisión y preguntarle unas dudas, y los guardias, al unísono, le respondieron: “¿Acaso va a rechazar la oferta de Joe Smooth? Él ha sacado de celdas como esta a criminales mucho más peligrosos que usted, aunque no parecía tan culpables”.
En ese mismo instante la determinación de Luisa por elegir a Enrique se vio hecha pedazos, pero seguía queriendo verle, y para excusarse les dijo a los guardias que solamente le quería preguntar unas cosas a ese abogado, que le resultaba familiar su cara y no sabía de qué.
Al minuto exacto entró por la puerta de la celda Enrique. A Luisa le sorprendió su rapidez, pero no hizo falta que Luisa le preguntara, Enrique le comenzó a explicar nada más entrar a la celda:
-Resulta que venía para aquí cuando me han llamado al móvil porque querías verme. Yo quería verte a ti para ver que tal te había ido con ese Joe Smooth. Un colega mío me ha dicho que cuando ha salido de aquí no se le veía muy contento y por eso venía a ver cuál era tu decisión.
-Todavía no he tomado mi decisión, pero dentro de media hora la tengo que haber tomado y por eso quería hacerte unas preguntas.
-Adelante.
-¿Eres realmente el que más sabe de el Castigador?
-No lo sé. Estoy seguro de que soy una de las personas que más saben de él, pero no sé si soy el que más sabe.
-Gracias por ser sincero. Y hablando de sinceridad, dime por favor cómo está mi caso realmente.
-¿Seguro que quieres saberlo?
-Sí, estoy segura.
-El caso está muy mal. Es imposible que salgas impune, y casi imposible que no te condenen a cadena perpetua. Yo por lo menos lo veo así
-Pues sí que está mal… Y dime qué opinas de Joe Smooth.
-No lo conozco mucho. No debería opinar sobre él.
-Pero él no te conocía a ti y te ha puesto verde.
-Bueno, en ese caso tampoco diré nada por respeto a su familia.
-¿Pero qué sabes de él?
-No mucho, pero he investigado sobre él y resulta que él es español de padre inglés y madre española, por eso su nombre. Es un gran abogado con un buen resultado, pero es muy criticado por sus métodos “poco ortodoxos”, por así llamarlo.
-Ya decía yo que parecía un mafioso. Quedan cinco minutos para que tenga que decidir. Creo que te elegiré a ti. Tú me inspiras mucha más confianza que ese mafioso engreído.
-Muchas gracias por tu confianza.
En ese momento Luisa se dirigió a los guardias para pedirles que le dejaran llamar a Joe Smooth. La conversación comenzó con los convencionales saludos, pero después de esto nada fue lo convencional:
-No le quiero como mi abogado.
-Conque al final ese abogadillo le ha comido el coco. Muy bien. Dígale que estaré en el juicio para veros caer. Espero que la cárcel resulte de tu agrado, porque vas a pasar una larga temporada allí.
-O tal vez no. Igual ves en el juicio como alguien que considerabas inexperto se hace más famoso que tú.
-Ya veremos. Ya le hablaré al fiscal sobre ti. Hasta mañana.
-Hasta mañana, perdedor- y Luisa colgó el teléfono con un sonoro golpetazo.
Al volver a su celda, Enrique estaba allí y le preguntó por la conversación. Luisa se la repitió tal y como había sucedido. Entonces Enrique se vino abajo:
-Luisa, estamos en problemas.
-¿Por?
-Ya te dije que Joe usa métodos ilegales. Pues sus relaciones con el fiscal son uno de esos recursos que tiene para los juicios. Mañana el fiscal va a ir a la yugular, con cualquier cosa que se le ocurra.
-Bueno, yo tengo una solución para esto.
-¿En serio?
-Sí. No me salvará del todo, pero me reducirá la condena.
-¿Cómo?- dijo Enrique con incredulidad
-Pues diciendo que estoy loca.
-Pero si estás perfectamente.
-No del todo. Verás, recientemente he tenido pérdidas de seres muy cercanos a mí y eso me ha afectado mucho…
-No hace falta que siga. Sé lo que eso duele.
-Pero estoy segura de que uno de ellos fue asesinado, aunque lo consideraron suicidio. Tal vez esto recuerde al juez su vida y ablande su juicio.
-Podría valer, aunque sería algo desesperado. Yo había pensado en decir que las personas que han muerto sufrían de otras cosas, aparte de las heridas. Uno de ellos era muy viejo, y el otro acababa de salir del hospital y aún estaba débil.
-Para haber pasado un día, ha investigado mucho.
-Ya, pero tenga en cuenta que el juicio era mañana.
-Bueno pues, ¿entonces pondremos en marcha las dos tácticas?
-Sí, yo creo que será lo mejor.
-Nos vemos mañana en los Juzgados, que me tengo que documentar.
-De acuerdo. Hasta mañana.
Luisa vio a Enrique marcharse y sintió otra vez la esperanza de que todo podía salir bien, cosa que no sentía desde hace tiempo.

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