Tras pasar la noche en “las cómodas habitaciones” de comisaría, llegó Enrique, el abogado de Luisa, un abogado de oficio que se enfrentaba a su primer juicio. Pese a su falta de experiencia, consiguió rebajar la pena de Luisa a dos años, alegando que sus facultades psicológicas estaban muy alteradas por su reciente trauma familiar. Para vigilar su salud psicológica, Luisa debería pasar esos dos años en el frenopático, con posibles salidas controladas cada cuatro meses para ver el avance de sus facultades mentales.
Pero esto solo fue un sueño de Luisa. A pesar de la incomodidad de las camas se había quedado dormida y había tenido un sueño, pero parecía tan real… Una hora después de despertarse (lo sabía porque el único de sus enseres que le habían dejado conservar era su reloj), apareció un hombrecillo con aspecto descuidado pero simpático frente a su celda. De repente entró y se presentó: “Soy Enrique, el abogado que ha sido asignado a su caso por el Ayuntamiento de Zaragoza”.
A Luisa le sorprendió la coincidencia del nombre del abogado de su sueño y el real. Aun así, físicamente no se parecían en nada. El abogado de su sueño era alto y un poquito rellenito. Este Enrique era muy bajo, más que ella, y muy delgado, tanto que casi cabía entre los barrotes de la celda de lado. Tenía un aspecto muy descuidado, con el pelo despeinado y la camisa por fuera, pero aun así inspiraba confianza.
-¿Sabe?-dijo el pequeño abogado para llamar la atención de Luisa- Su caso se ha hecho famoso, ya ha salido en todos los periódicos. Puede que este caso me haga ascender a la fama, pero lo primero es tratar de salvarla, pero no creo que lo consiga. Lo tiene realmente difícil.
-Ah- Luisa se daba por enterada con esto, pero parecía ser que para Enrique no era suficiente.
-¿Y no tiene miedo de que la encierren en la cárcel?
-Ya estoy en ella, ¿no? ¿Por qué iba a tener miedo?
-Ah, no sé, no sé…
-Aparte, sé una forma de que no me encierren en la cárcel. Lo soñé esta noche
De repente empezó a sonar una musiquita que parecía ser muy bonita, pero sonaba demasiado estridente para poder apreciarlo. Era el móvil de Enrique, el abogado.
-Discúlpeme un momento, Luisa- el abogado salió de la celda para hablar por el móvil, pero Luisa aún podía oír partes de su conversación-. Sí, sí, ya sé que este caso es importante…Ah, así que el Ayuntamiento se quiere anotar el punto de enviar a una criminal a la cárcel…Muchas cámaras en la sala en la que la juzguen…Entiendo…-En este punto la voz de Enrique se fue volviendo cada vez más agresiva- ¡¿Qué?!... ¡Este es mi caso!... ¡Por mucho poder que tenga ese abogado tú y yo sabemos que tiene las mismas posibilidades de salvarla que yo!...No, se lo iba a decir ahora, pero entonces me has llamado tú… Sí, de acuerdo…Vale, pero dile a ese James Smith o cómo se llame…Sí, al abogado con nombre inglés que quiere el caso… Bueno, Joe Smooth, tampoco hay tanta diferencia…Sí, dile que si quiere el caso antes le tendrá que aceptar la defendida, y no tú o yo, por mucho dinero que nos pueda dar…Vale…Adiós.
Al poco rato volvió Enrique a la celda, con una cara que mostraba su humor de perros, tan exagerada que casi asustó a Luisa.
-¿Qué pasa?- preguntó Luisa con cierta cautela.
-¿Has oído la conversación?
-Yo… No pegué oído, pero yo…
-¡¿Oíste la conversación o no la oíste?!
-Bueno… sssí
-Vale, entonces no te tengo que explicar lo de ese maldito abogado con nombre inglés.
-¿Va a venir a llevar mi caso?
-Todavía no está decidido. Eso lo tienes que decidir tú.
-Vale, ya veré cuando lo conozca- en este momento, cuando Enrique vio que aún tenía posibilidades, relajó su gesto-. ¿Qué era eso de que habrá cámaras?
-Tu caso se ha hecho tan popular que el Ayuntamiento quiere ganar puntos metiéndote en la cárcel, y por eso han permitido la retransmisión del juicio a todas las televisiones. De momento está asegurado que lo van a retransmitir Aragón televisión, TVE y Telecinco.
-Genial, ahora voy a aparecer en Juicio Diario, Juicio Express, Juicio Deluxe y Juicio Por favor- dijo Luisa con ironía, ante lo que Enrique dejó escapar una risilla débil-. No me gusta nada la idea de salir en Telecinco. Igual me hago famosa, pero eso de que se metan contigo todo el rato… Por cierto, ¿qué era lo que me tenía que decir?
-¿El qué?
-Al final de su conversación mencionó que me iba a decir algo.
-Cierto. Su juicio lo va a llevar el juez más severo con los asesinatos. Es el terror de los abogados defensores de presuntos asesinos u homicidas. Nadie se atreve a decir su nombre, ni siquiera yo. Más bien es que no conozco su nombre, pero entre nosotros lo conocemos como “el Castigador”. De los doscientos casos relacionados con alguna muerte que ha llevado, en ciento cuarenta y ocho ha declarado al acusado culpable de asesinato en primer grado, la máxima acusación posible y en cincuenta y uno ha declarado al acusado culpable de homicidio en primer grado, que tampoco es poco.
-¿Y el caso restante?
- Ese caso siempre lo tendrá en la mente. Era uno de sus primeros casos de asesinato. Todas las pruebas parecían apuntar al sospechoso. En el segundo día de juicio el acusado no se presentó, y pospuso el juicio, tras condenar al acusado por desacato. El día siguiente ocurrió lo mismo. Lo mismo ocurrió la semana siguiente. El día 12 de Octubre, día del Pilar, se encontró el cuerpo del acusado sobre un tronco que iba flotando sobre el río Ebro. Cuando la policía lo sacó del agua, encontraron en su cuerpo unas heridas que formaban un mensaje: “JA, JA, JA, JA, HAS FALLADO, NO ERA A ÉL A QUIEN BUSCABAS. ERA A MÍ. Y HAS FALLADO. SIENTE EL SABOR DE LA DERROTA”. Él sabía que ese mensaje iba dirigido a él, y por eso a partir de ese día comenzó su locura. Todo el mundo sabe que está loco, pero como manda a todo el mundo a la cárcel, el Tribunal de Justicia le usa para enviar a los asesinos más peligrosos a la cárcel. Este caso se ha mantenido en secreto lo máximo posible, pero al final todos los abogados lo acaban sabiendo, tarde o temprano.
-Vaya…
-Impresionante, ¿verdad?
-¿No encontraron pruebas en el cuerpo?
-No, aunque parezca muy fácil en las series que vemos por la tele, no es tan fácil encontrar pruebas de un asesinato. Y mucho menos en esa época. Era 1984 cuando ocurrió y no había casi medios para encontrar a un asesino, más que los testigos y las fibras de ropa, aparte de la autopsia. Examinaron el cuerpo seis forenses diferentes y tres equipos diferentes revisaron la escena en la que descubrieron el cuerpo, pero no encontraron nada. Determinaron que el asesino tenía práctica, que posiblemente sería un asesino en serie, y por eso no quisieron revelarlo, para que la gente de Zaragoza no tuviera miedo. La marca del asesino eran dos pequeñas heridas circulares en la yugular, todas ellas post mortem, como si fueran las de un vampiro. Pero el resto de los asesinatos eran totalmente diferentes
-¿Y no se ha sabido nada del asesino verdadero?
-No, o al menos todo ha permanecido muy bien oculto. Me parece recordar que cuando estaba estudiando la carrera hubo un caso muy similar, aunque no le presté atención, pero cuando conocí la historia enseguida lo recordé por su similitud.
-Vaya, estás muy enterado del tema.
-Sí, es que cuando empecé la carrera de Derecho quería ser juez, y “el Castigador” era una de las figuras que más me llamaba la atención. Así que investigué y esto es todo lo que saqué de esa investigación.
-Eso nos podría dar una pequeña posibilidad.- dijo Luisa en un susurro para sí misma.
-¿Qué dice?
-Nada, nada, solo he suspirado.
-Me había parecido entenderle decir algo.
-No, no había dicho nada.
-Ah, vale.
-Entonces hay pocas posibilidades de que no me condene.
-En efecto, nadie ha salido con vida o sin condena de uno de los juicios del “Castigador”.
-Vaya.
-Sí.
-¿Y no habría ninguna forma de reducir la condena?
-No. Por haber sí que hay, pero no hay forma de demostrarlas.
-¿Ah, no?
-A ver, dime una forma de demostrar que estabas bajo los efectos del alcohol en el momento en el que ibas corriendo por la calle. Fue un trayecto muy largo, y no perdió ni siquiera un poco el peligro. ¿Estaba usted bajo un ataque de ira?
-Ss…
-Aunque lo estuviera, cualquier juez diría que estuvo demasiado tiempo corriendo como para que no se le pasara el hipotético ataque de ira. No hay ninguna forma.
-¿Y si demostráramos que estaba loca?
-Usted es una persona totalmente normal. Estoy seguro que ni bajo las situaciones más duras usted se volvería loca, seguro que antes moriría.
-Cómo se equivoca conmigo…
-Oiga, es la primera vez que hablo contigo, ¿cómo quieres que te conozca a la perfección?
-Bueno, vale, tampoco hace falta ponerse así-dijo Luisa con cara de malhumor.
Entonces Enrique recordó que había otro abogado intentando quitarle el caso. Su cara se convirtió en una sonrisa de oreja a oreja y le dijo a Luisa:
-Lo siento, simplemente es que estaba nervioso.
-No hace falta que finja por que haya un abogado intentando quitarle el puesto, no elegiré al mejor actor, sino al que más posibilidades tenga de salvarme, y de momento tú tienes muchas más que el otro, aunque también lo tendré que conocer.
En ese momento llego al guardia para decirle a Enrique que debía irse. Luisa y Enrique se despidieron con un breve adiós, y Luisa dijo: “Espero volver a verte”, con lo que a Enrique se le alegró la cara, porque sólo podía significar que Luisa lo quería como su abogado.
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